Sin noticia(s) de Dios

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Sin noticia(s) de Dios

Hubo tiempos, hace mucho, mucho tiempo, siglos por no decir milenios, en que algunos hombres aseguraron haber oído e incluso visto a Dios. Tanto creyeron haberle escuchado que hasta tenían de él mensajes y preceptos que transmitir a los humanos. Aunque sólo sea porque aquellos santos varones eran menos ilustrados y críticos que nosotros, miramos sus testimonios con desconfianza. Hay teólogos y clérigos que les otorgan crédito. Pero la mayoría se inclina a juzgar sus visiones y revelaciones como delirios, alucinaciones, si acaso excepcionales experiencias interiores, de éxtasis o iluminación, sin roce alguno con realidades externas sobrenaturales.

Ahora han venido a hacerse raros esos testimonios. En cuanto a pretensiones de revelación que hayan dado lugar a tradiciones poderosas de creencia y culto, la última fue la de Mahoma, hace catorce siglos, aunque con eco y seguimiento hasta el día de hoy. De experiencias místicas se ha hablado con alguna seriedad hasta el siglo XVII, aunque ya en ese momento un gran místico transmite como experiencia la de la noche oscura y el “nada” como símbolo supremo: sin contacto con Dios, por consiguiente.

Para reflejar esa falta de contacto se ha hablado del “silencio de Dios” (Moeller) o del “eclipse” suyo (Buber). Son expresiones que suponen que Dios estuvo y sigue estando ahí, aunque ahora parezca no hablar y, desde luego, no aparezca a la vista. También se hablado, desde Nietzsche, de la  “muerte de Dios” y con un patetismo en el que Nietzsche no incurrió, antes al contrario. ¿Cómo es posible esa muerte cuando hasta los dioses menores eran inmortales? Los dioses mueren cuando muere la creencia en ellos; y así también el Dios, el que se supone singular, porque único, desde Moisés, Abrahán o Akenatón, viene a perecer a medida que mueren o descreen quienes en él creían.

Decir que estamos sin noticias de Dios no presume que haya muerto, ni que esté vivo todavía, aunque de él nada nos conste; tampoco afirma o niega que en otros tiempos estuviera activo y se hiciera escuchar. Es una afirmación no sobre Dios, sino sobre nosotros. En la actualidad no tenemos ya noticias, si es que alguna vez de verdad las hubo, aunque imposibles de validar ahora. Eso es todo de momento.

(Inédito, 2001)