Humana ciencia
Editorial Anthropos: Barcelona 2011
Prólogo
«Om. Esta sílaba es el «ugditha» sobre el que se debe meditar. Es el comienzo del canto».
«Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber».
«La verdadera sabiduría consiste en juzgar de las cosas con criterio no estragado, estimando cada una de ellas por su valor real».
« Este es un libro escrito de buena fe, lector».
«El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno piensa estar tan bien provisto de él».
«Tiene la razón humana el singular destino en cierta especie de conocimientos de verse agobiada por cuestiones de índole tal que no las puede evitar porque su propia naturaleza las crea y que no puede resolver porque no están a su alcance».
«Puede que este libro sólo sea comprendido por quien haya tenido, ya por sí mismo, los pensamientos que en él se expresan u otros pensamientos análogos […]. El mundo es todo lo que ocurre. El mundo es el conjunto de los hechos, no de las cosas».
Puesto que el anónimo sánscrito, Aristóteles, Vives, Montaigne, Descartes, Kant, Wittgenstein se anticiparon, respectivamente, a empezar a escribir con esas palabras, puesto que existen ya la Chandogya Upanisad, la Metafísica, la Introducción a la sabiduría, los Ensayos, el Discurso del método, la Crítica de la razón pura y el Tractatus logico-philosophicus, ocioso será, en consecuencia, volver a comenzar de tal manera. Acaso sea incluso ocioso empezar a escribir de cualquier otra manera, tirando de otros cabos de la palabra. Lo dice Bergson al comienzo de una de sus obras: no está uno obligado nunca a escribir un libro; tampoco a leerlo, pues.
Hay muchos modos de empezar o de volver a comenzar desde el principio. En verdad, sin embargo, es escritura necesaria, digna de publicación, sólo aquella que comienza por una línea poderosa antes nunca escrita. Por consiguiente, y puesto que aquí se ha comenzado por líneas ya escritas, todo lo que sigue es sin remedio una escritura -y lectura- innecesaria, secundaria.
Es un libro innecesario por más de una razón y no sólo ésta: la de ser un libro sobre libros. De ser indispensables algunas lecturas, lo serán aquellas de las que se nutre un libro así, que se contenta con valer como lectura secundaria, deudora de otras y subordinada a ellas.
El reconocimiento de esas otras lecturas necesarias rige las menciones, citas, referencias, que dan sustancia al libro y lo vertebran. No cumplen ellas la función de autoridades para avalar juicios o argumentos; no pretenden contribuir a demostrar, solamente a mostrar, a jalonar un itinerario del pensamiento. Pueden permitirse, pues, no ser completas en todos sus detalles, al igual que tampoco son ecuánimes, sino escogidas, sesgadas. El criterio en el modo de incorporarlas ha sido detallar tan sólo en grado suficiente para dar cuenta de las muchas deudas contraídas, para reconocer éstas a la manera en que lo hace el ensayista, incurablemente subjetivo, rodeado de cómplices, sus admirados clásicos, a los que reconoce y agradece, mientras se los apropia y asimila.
La primera y mayor deuda es con Montaigne, la voz más recordada. Por sus Essais empieza y con ellos este libro se confronta repetidamente, incluso allí donde se aleja de Montaigne, al igual que el discípulo ya adulto se aparta del maestro. Precisamente se aleja de los Essais al tomar las medidas a sus insanables límites, los de cualquier escritura de ensayo o de filosofía que presuma que el saber reside ya en los textos del pasado.
Aunque también vaya a versar sobre filosofía y sobre ciencia, este libro pertenece al género del ensayo. Exento del rigor y método que se le pide a la ciencia, tanto como de la radicalidad analítica que se espera del filósofo, se atiene a una regla de oro en los ensayos, la de hacer propio lo ajeno y hacerlo con transparencia, sin plagio. A semejanza de otros ensayos sobre libros, puede ser leído como una simple guía para entrar y orientarse en la biblioteca, discurrir por ella y escoger lecturas en algunas de sus estanterías. El ánimo ensayístico excluye cualquier propósito exhaustivo y otorga alguna licencia –que no patente de corso- para elegir y omitir sobre la base de unas afinidades electivas que el ensayista, no el científico, puede en ocasiones permitirse. Por otro lado, tanto o más que sobre libros o sobre la biblioteca, este libro versa sobre el taller de escritura -el de hacer los libros-, sobre el escritor en acto, en trance de escribir y de volver sobre lo escrito. Habla de la escritura como proceso y no sólo como producto; invita, sí, a recorrer la biblioteca, pero, junto con eso, a visitar el escritorio de donde salen los libros. No se parece en nada éste al «scriptorium» de los copistas amanuenses del monasterio medieval, quienes reproducían a la letra los volúmenes de la biblioteca. Es el escritorio del filósofo, del ensayista, del científico, que escribe no para fabular o fantasear historias, sino para describir y analizar la realidad que le circunda, y que escribe en la era de la imprenta. Genera ésta una tensa dialéctica –merecedora de examen y de estudio- entre la actividad fluyente de escribir –y de investigar, ensayar, filosofar- y el producto inerte tipografiado.
Trátase, pues, de un ensayo sobre el hombre, sobre la naturaleza y la condición humana, a través de una incompleta, escogida y nada imparcial lectura de ensayistas, investigadores y filósofos occidentales a lo largo de la Edad Moderna. Su premisa o prejuicio coincide con el de Alexander Pope en su poemático Essay on man: el ser humano constituye para sí mismo el objeto más idóneo y digno de estudio. Es, por otro lado, y no menos, el del libro del Génesis cuando escenifica a la mujer y al hombre ante el árbol prohibido. La serpiente embauca a Eva acerca del árbol del conocimiento del bien y del mal: serán como dioses si comen de su fruto. Aun sin querer alzarse a dioses, los humanos han deseado alzarse a la altura de sí mismos, conocer el bien y el mal, saber cómo vivir, cómo pensar, saber quiénes son y a qué pueden aspirar. No siempre de ello hay ciencia propiamente tal, en todo su rigor, mas sí conocimiento, sabiduría o, al menos, amor y aspiración a ella, “philo-sophia”; y hay, además, método, estudio e indagación para alcanzarla, y no sólo curiosidad o amor.
Extracto de la obra
Aborda la obra no sólo las llamadas “ciencias humanas”, sino también otras formas de conocimiento relativo al ser humano, como son el ensayo y la filosofía. El estudio de ensayo, filosofía y ciencia, más sistemático que histórico en la obra, toma a tres figuras en los aledaños de 1600, a Montaigne, Descartes y Galileo, como emblemas e iniciadores -o máximos renovadores modernos- de sendos modos de conocimiento. Esos tres nombres sirven para encabezar las correspondientes secciones del libro y dar pie al desarrollo de las mismas.
Montaigne es el creador del género de ensayo, un género camaleónico, capaz de aplicarse, con extraordinaria flexibilidad, sin reglas rígidas de método, a no importa qué tema, qué objeto. Cuando el ensayo, según sucede en el propio Montaigne, pero también en Ortega y tantos otros, procede a escudriñar la naturaleza o condición humana en su generalidad, resulta difícilmente discernible de la filosofía. La sección primera del libro se aplica, pues, a examinar la tradición de una filosofía ensayante o ensayo filosófico, que de manera analítica y crítica trata de responder a la pregunta “¿qué es el hombre, el ser humano?”
Descartes es iniciador de la filosofía moderna, maestro e instructor, junto con Bacon, en el uso de la razón. Cabeza de fila y referencia obligada de un concepto racionalista –y poco empírico- de la razón, el nombre de Descartes sirve, en la sección segunda del libro, para atender a desarrollos de la filosofía moderna en dos de sus vertientes: (1) el papel desempeñado en la instrucción y educación del ciudadano adulto, que, conforme al programa de la Ilustración, debe haber abandonado la culpable minoría de edad; (2) el sesgo idealista de la herencia cartesiana, el descuido de la investigación real del mundo, y el refugio metódico en las seudoevidencias de la conciencia, del “yo pienso”.
Galileo, en fin, vale como emblema histórico de la ciencia moderna, el primero en establecer y poner en práctica con toda contundencia los elementos esenciales que la han caracterizado: la investigación empírica y la formalización matemática. Galileo despertó el recelo de la autoridad eclesiástica que custodiaba los dogmas religiosos, pero no inquietó a los filósofos. Sólo a partir de Darwin, así como de la aplicación del método de ciencia al estudio de la historia, la sociedad y la naturaleza humana, un estudio antes reservado a ensayistas y filósofos, han comenzado éstos a sentirse concernidos y cuestionados. El desarrollo de la ciencia, ya natural, ya antroposocial, cuestiona buena parte de la filosofía, no sólo la de Descartes. La sección tercera del libro se extiende en el significado y alcance de la irrupción de las ciencias humanas o, en mejor nombre, antroposociales desde finales del siglo XIX.
El libro traza así, según reza el subtítulo –“Del ensayo a la investigación en la Edad Moderna”-, un retablo de la evolución del estudio de la condición humana en los cinco siglos transcurridos desde el humanismo renacentista, culminante en Montaigne, hasta las ciencias contemporáneas, naturales y sociales, en su estudio de la naturaleza humana. Estas ciencias no cancelan a la filosofía ni tampoco al enfoque de ensayo. Las últimas páginas del libro bosquejan una posición prudente, pero en ningún modo concordista, antes bien, matizada, donde filosofía, ensayo y ciencia aparecen conexos, a veces compenetrados, recíprocamente influyentes, y no sólo divergentes o dispares.
ÍNDICE
2 ÍNCIPIT
PROSAS MODERNAS
7 Los nuevos géneros
11 Conocimiento y construcción del mundo
15 La condición humana
19 Lo real y lo posible
21 Un mundo incierto
25 Para una ciencia de lo cierto
28 De la crisis a la crítica
Sección primera: Del lado de Montaigne
EL PENSAMIENTO ENSAYANTE
30 Del humanismo al ensayo
33 La novela del ensayista
36 Heme aquí
38 “Así lo veo, así lo creo”
46 El futuro y el deseo
49 De la experiencia y de la vida
52 El viajero y el espectador
55 Amigo lector
60 “Essais” / ”Essay”
65 Hacerse creíble
III. LO PROPIO Y LO APROPIADO
70 Intertextualidad
72 Una escritura cómplice y piadosa
77 Biblioteca y escritorio
80 La lectura y la lección
84 Ya escrito, ya leído
87 Todos los libros
90 El silencio y los ecos
93 Diferencias, variaciones
96 Palimpsesto y palingenesia
97 En mosaico
MOMENTOS DE ESCRITURA
101 Filosofía de periódico
104 Escribir día a día
107 Las reglas del diario
112 Instantes
114 Diario filosófico
118 Estados mentales
120 Pensamientos
123 Ello escribe
Sección segunda: Del lado de Descartes
LA INSTRUCCIÓN EN LA RAZÓN
126 Contra errores y prejuicios
129 La razón ilustrada
132 Pedagogía contra doctrina
135 La revelación de la razón
138 Paradojas de la educación
141 Cátedras
147 La revelación de la vida
153 Maestros y amos
156 Maestros de la sospecha
159 Lectura indócil
163 Olvidar al maestro
LA AUTORIDAD DEL PENSAMIENTO
170 Yo autor, agente y principio
174 Escribir y conocer
176 Anonimato y autoría
179 ¿Quién es yo?
180 Ego tipológico
183 Razón tipográfica
184 El «amén» de la imprenta
187 La actividad de escribir
190 Taller de escritura
195 Crítica y terapia del lenguaje
196 “Yo pienso /soy” bajo sospecha
VII. CRÍTICA Y RETRACTACIÓN
199 La voz y la letra
202 Razón crítica
204 Dialéctica de la negación
208 Rectificar y retractarse
211 De año en año
213 Ediciones
216 Con la fecha debajo
219 Reconsideraciones
221 En construcción y a revisión
Sección tercera: Del lado de Galileo
VIII. LA INVESTIGACION DE CIENCIA
225 El giro galileano
229 De la dialéctica a la ciencia
230 El recurso al método
235 Observación y medición
238 La edad de la ciencia
241 En el dominio humano
ANTROPOVISIONES
248 La excepción antropológica
254 Excavaciones en subsuelo
262 Entre la ciencia y el mito
265 Ciencia y conciencia
268 A la sombra de la ciencia
“HOMO” OBJETO
273 Objetos humanos
278 Técnicas e instrumental
282 Las medidas del hombre
286 Antropología científica
290 Ciencia en plural
292 El “homo sapiens” y el “loquens”
297 El retorno de la naturaleza y de la historia natural
301 Objetos que hablan
303 Metáforas para el conocimiento
305 Teoría en la interfaz
314 CODA
318 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS