Historias de Dios
Barcelona: Laia.
Contiene un conjunto de relatos, algunos bíblicos o religiosos, otros, como la célebre parábola filosófica de “El Jardinero”, de intención agnóstica. Léase esta parábola:
Llegaron dos exploradores a un claro en medio de la selva virgen. Crecían allí muchas flores y también mucha maleza. Uno de los exploradores opinó: «Algún Jardinero debe cuidar esta parcela.» El otro discrepó: «No hay ningún Jardinero.»
Plantaron allí su tienda de campaña y montaron vigilancia. Pasó algún tiempo y no se dejó ver Jardinero alguno. «Acaso es un Jardinero invisible», insistía el primero de los exploradores. Acordándose del relato de Wells sobre El hombre invisible, que podía ser olido y palpado, aunque no visto, cercaron el terreno con alambre electrificado y patrullaron toda la zona con perros policías. Los sabuesos, sin embargo, jamás ladraron o manifestaron husmear alguna pista. Ningún chillido se escuchó de alguien que hubiera recibido una fuerte descarga eléctrica, ni tampoco el alambre mostró el más leve movimiento que delatara haber sido tocado.
El explorador que había lanzado la hipótesis sobre algún cuidador del jardín continuaba en sus trece: «Pues sí, hay un Jardinero invisible, intangible, insensible a las descargas de electricidad, un Jardinero que no despide ningún aroma ni hace ruido alguno, pero que viene en secreto a cuidar este jardín de sus amores.»
Su compañero, escéptico, impaciente ya por lo que parecía demasiada terquedad, replicó entonces: «Lo que tú llamas un jardinero invisible, intangible, eternamente elusivo, ¿en qué demonios difiere de un jardinero imaginario o incluso de ningún jardinero en absoluto?»